Dichoso el árbol que no siente el vacío;
envidia le tengo al pájaro
que vuela sin pensar a dónde va;
el aire
que llena mi cuerpo de sensaciones;
la cama, los pies adormilados
por no caminar;
quisiera callar las voces,
escuchar sólo el silencio
tocar las copas de los árboles
y renacer
más allá de la neblina;
quiero tocar la nube,
respirar la tierra,
sentirme raíz,
quiero ser un muro
dichoso
y no sentir el vacío de mi cuerpo
porque a veces
dentro de mí
observo
un pozo
profundo
en él a lo lejos
miro
tus ojos,
tu boca,
tus manos
que me llaman
directo
al pozo,
espejo
profundo,
quebrado
y me siento
más triste,
más sola,
más nada
que un árbol,
dichoso el girasol, siempre amarillo,
ante el sol, vive y muere,
sin pensar, sin hacerse preguntas,
sin llorar y sin sufrir;
dichoso el caracol que muere
aplastado ante los zapatos presurosos
de un hombre gris
con la cabeza nublada
siempre obnubilada;
dichosas las palabras que en el libro
guardan las ideas,
porque jamás han sido dichas;
dichoso el tiempo
que nunca se detiene;
dichosa tu mirada, que hace renacer
el mundo;
dichoso el texto
que en este momento lees,
porque cuando lees mis versos
me lees a mí
y siento
que me acaricias
con tu mirada,
que me besas
al evocar mis palabras;
dichosa soy
porque estoy presente
en tu vida,
dichosa
porque he entrado
por tu pupila
para habitar tu corazón,
dichosa,
dichosa soy...
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